jueves, 1 de noviembre de 2012

Ejemplos de Ensayo simple.





INSTITUTO  SUPERIOR  DE CIENCIAS  RELIGIOSAS
REGINA  APOSTOLORUM





 

 

 

 

Sobre la segunda meditación de las Meditaciones Metafísicas de Descartes.














Trabajo escrito de filosofía del hombre
Juan Edwin Trejo AguilarÓÓ
Mérida, Yucatán, 18 de abril de 2008






INTRODUCCIÓN


René Descartes, (La Haye, Francia, 1596 - Estocolmo, Suecia, 1650) Filósofo y matemático francés, tiene importancia para el curso de filosofía del hombre, ya que su pensamiento sigue siendo significativo para muchos pensadores hoy en día. Su influencia es de especial interés para conocer el origen de algunas teorías acerca de la naturaleza del hombre, particularmente  del papel que juega la corporeidad en la naturaleza humana. El análisis de la segunda meditación de su libro “Meditaciones metafísicas” pone de manifiesto un concepto de hombre que ha mantenido su influencia en muchos pensadores y está detrás de muchas teorías que dan prioridad a las ideas. Es precisamente en esta segunda meditación donde aclararemos las limitaciones de dicha noción.



















I.- Resumen de la segunda meditación

Descartes pretende en ésta segunda meditación partir de cero, como si volviera a nacer pero con la lucidez de una persona cultivada. Simula no reconocer nada como cierto con el propósito de alcanzar la verdad. En esta búsqueda, se ayuda de la ficción de un genio maligno que lo induce a desconfiar de todo conocimiento, especialmente del conocimiento sensible. De este modo llega a una primera conclusión: de que aunque pueda dudar de todo, ya que ni siquiera es fiable la experiencia de la enmienda, no puede sustraerse a la noción de la existencia. En efecto, aunque pueda poner en duda completamente todo, incluso la misma existencia, la noción “no existo” expresada con los pensamientos y con las palabras es, paradójicamente, una prueba de la existencia “de modo que, tras haber  sopesado todo en forma exhaustivamente, es preciso establecer por último que esta proposición, Yo soy, yo existo se hace necesariamente verdadera cada vez que mis labios la profieren o la concibe mi mente”[1].
Si bien, Descartes encuentra irrefutable la condición de existir, le parece más problemática la cuestión que sigue al descubrimiento de la veracidad  de la existencia: el ser hombre. De antemano rechaza la definición de hombre racional, porque tendría que solventar el significado de animal y de racional, cuestión muy ardua que le llevaría a “desperdiciarlo en tales sutilezas”[2]. En cambio opta por el conocimiento espontáneo y natural cuando se detiene a pensar: “qué soy yo”. Analizando las funciones de su cuerpo, creía encontrar su distinción claramente al definirlo de la siguiente manera: “por cuerpo entiendo todo aquello susceptible de ser determinado por una figura, circunscrito por un lugar, ocupando el espacio en forma tal que excluya de éste a cualquier otro cuerpo...”[3] no obstante no le concedía al cuerpo la facultad de moverse por sí mismo o el hecho de pensar. Pero tampoco creía encontrar el origen del movimiento del cuerpo y  la facultad de pensar a un hálito o a un espíritu. Consideraba a éstos muy insuficientes como evidencia probatoria. El cuerpo, es entonces, una especie de carcasa donde alberga lo que para Descartes es infalible: los pensamientos. En efecto, ante la pregunta que se plantea “que soy yo” se responde: Soy una cosa que piensa.

Incluso las sensaciones imaginarias como las que suceden en el sueño, se reducen a pensamientos, ya que la capacidad de imaginar, según descartes, forman parte de éstos. De hecho, la capacidad de imaginar es una prueba, no de la veracidad de la imaginación, sino de la capacidad de pensar a través de la imaginación. De modo que los objetos que se conocen por los sentidos, como son mudables, son transitorios y efímeros, únicamente por el poder de unificación de la imaginación es posible que permanezcan e incluso se identifiquen. Y como la imaginación puede no ser fiable, únicamente queda la capacidad de imaginar donde subyace necesariamente el ejercicio de pensar. Es así cómo, para Descartes, el cuerpo y las sensaciones, no son en modo alguno,  fiables para alcanzar la verdad, son, en el mejor de los casos, una mera extensión de los pensamientos.



II.- El concepto de hombre


En una primera instancia Descartes se percata de que es evidente de que es un hombre, pero enseguida se pregunta qué es eso de ser hombre? Y rechaza de antemano la definición de animal racional, porque considera que al analizar dicha definición se vería en la dificultad  de extraviarse en una multitud de preguntas derivadas de dicha definición y como su propósito es en primer lugar dudar de todo, tendría que dar por hecho muchas cosas que lo desviarían de su intención de alcanzar la verdad partiendo de cero. Es así, que constata que ser hombre es tener en primer lugar un cuerpo. Pero ¿qué entiende Descartes por  cuerpo?
“por cuerpo entiendo todo aquello susceptible de ser determinado por una figura, circunscrito por un lugar, ocupando el espacio en forma tal que excluya de éste a cualquier otro cuerpo; es perceptible mediante el tacto, la vista, el oído, el gusto o el olfato, y se mueve de diversas maneras, si bien no lo hace por sí mismo, sino por algún otro que lo impulsa; ya que juzgaba que no pertenece en absoluto a la naturaleza del cuerpo el poseer la fuerza para moverse a sí mismo, o el pensar; para ser precisos, me sorprendía y admiraba que algunos cuerpos poseyesen dichas facultades”[4].
Vemos entonces que el cuerpo es una máquina que no es capaz de moverse por sí misma, y que esa fuerza motriz que mueve al cuerpo es equiparada al acto de pensar. De modo que la corporeidad queda reducida a una mera extensión de los pensamientos. Y esto trae graves consecuencias cuando la influencia de este pensamiento queda en manos de autores cuyas teorías antropológicas están basadas en la primacía de la razón, negando la dignidad corporal de la persona y equiparándola al resto del reino animal. El correlato puede entreverse con facilidad: un idealismo malentendido, puede desencadenar graves problemas en la convivencia social, tales como rechazar el concepto de persona como una necesaria combinación, aunque diferenciada, de cuerpo y alma: si el núcleo esencial de ser hombre radica en su capacidad de pensar, todos aquellos que por circunstancias económicas o culturales no han podido desarrollar su intelecto tendrían que ser necesariamente humanos disminuidos o de segunda clase. Si el cuerpo es únicamente una extensión de los pensamientos despojado de su dignidad corporal, entonces puedo desentenderme de las necesidades corporales de mis semejantes si mi adhesión a alguna ideología me lo permite. Pienso en un sinfín de  discriminaciones injustificadas desde la perspectiva de la persona humana, tales  como la discriminación racial y la discriminación económico-social.  Por otra parte, ¿dónde quedarían todos aquellos seres humanos afectados por alguna patología que les impida el funcionamiento correcto de su relación mente-cuerpo? Para descartes seguramente no tendrían otro destino que la de cualquier animal, ya que sin el buen funcionamiento de la razón no tendría ningún sentido su existencia.


III.- El valor del conocimiento sensitivo


Según Descartes, los sentidos son un vehículo a través del cual obtenemos una imagen de la realidad. No obstante en el sueño podemos experimentar sensaciones de diverso tipo y sabemos que no son sensaciones reales, son solamente imágenes o recuerdos de las sensaciones vividas. De modo que no son fiables como soporte para alcanzar la verdad. No obstante, la capacidad de imaginar es para descartes parte de los pensamientos, por lo tanto, la capacidad en sí de imaginar sensaciones es equiparada al pensar mismo. “yo soy ese mismo que siente, esto es, que percibe mediante los sentidos los objetos corpóreos: resulta evidente que en este instante veo luz, escucho sonidos, siento calor. Tales cosas son falsas ya que duermo. Mas es cierto que me parece ver, escuchar, sentir calor. Tal cosa no puede ser falsa; es esto lo que se llama propiamente sentir; y si se le considera con exactitud, esto no es otra cosa que pensar”[5]. Es así como sustrae de la corporeidad física las sensaciones y las racionaliza. Es así como va delimitando tajantemente por un lado los pensamientos y por otro el mundo engañoso de las sensaciones, la consecuencia es el rechazo del mundo material como fuente fiable de la verdad.
Para ilustrar la desconfianza que tiene por los sentidos, Descartes pone el ejemplo concreto de una cera que al acercarla al fuego se transforma en otra forma con diferentes colores, olores y diferentes sensaciones al tacto. Considera que es la misma cera, no obstante es la mente o mejor, los pensamientos los que, ante el acto de entender, los hace reales y no como cabría esperar, la utilización del sentido común ante la clara información de los sentidos es la que hace coincidir por medio de la semejanza la explicación de un mismo objeto en dos estados diferentes.
Para Descartes el acto de entender es una prueba definitiva de verdad, ya que cabe el error atribuido a los sentidos sin que por eso pierda ningún ápice de la experiencia del hecho mismo de pensar y de entender. Es así como los sentidos se descalifican y se convierten en un mero transmisor de información.


IV.- A modo de conclusión


El problema de una concepción del hombre, tal como la presenta Descartes, es que, con tal de no extraviarse en la indagación de la verdad por medio de los pensamientos que tanto defiende como prueba de verdad, simplifica el valor de los sentidos y al convertir “mi yo pensante” como sede de la existencia descalifica la realidad objetiva. Por otra parte, no considera las realidades morales que son las que provocan sentimientos de pudor, vergüenza, indignación. Sentimientos que no se pueden explicar por un mera constatación por el hecho de pensarlos, sino que provienen ciertamente del mundo de los sentidos y que son una reacción ante actitudes concretas de otras personas o de sus relaciones y que se escapan a la explicación reduccionista de sensación o imaginación.
Desde una perspectiva creyente, descalificar los sentidos es descalificar el mundo objetivo y natural que Dios creó. Es también descalificar todo el mundo simbólico y hermenéutico de la realidad objetiva que bíblicamente se apoya en la concepción del hombre como Imago Dei, como imagen de Dios. Desemboca en una antropología intelectualista que está muy lejos de la experiencia que podemos constatar hoy en día (y también de la experiencia que se vivió en la época de descartes): la hambruna y las enfermedades,  no son datos que se puedan observar como el cabo de una vela derritiéndose, son realidades sensoriales que se solucionan sensorialmente. El ser humano no descalifica los sentidos, más bien los dignifica. En efecto la humanidad entendida como un espíritu encarnado convierte el cuerpo humano con todas sus sensaciones como vehículo de relación con otros seres humanos y por el hecho de poseer un espíritu dignifica dicho cuerpo.
Me parece, finalmente, que Descartes, aunque le da un papel secundario al cuerpo, ya que no puede prescindir totalmente de él, se olvida de meditar sobre los otros cuerpos. Su análisis se reduce a la existencia de un yo pensante y se olvida del yo relacional. Y aunque en el resto de las Meditaciones Metafísicas admite la existencia de Dios creador, está muy lejos del Dios de los evangelios. Baste mencionar las palabras de Jesús en un contexto escatológico, para darnos cuenta de la importancia que tendrá el cuerpo de los otros –y el mío como otro-, al punto de identificarse con ellos:
“Cuando venga el Hijo del hombre con todo su esplendor y todos los ángeles con él, entonces se sentará en su trono esplendoroso y se reunirán ante él todas las naciones y los separará unos de otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras, y pondrá las ovejas a la derecha y las cabras a la izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo; pues tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, era extranjero y me acogisteis, desnudo y me vestisteis, enfermé y me visitasteis, estaba en la cárcel y fuisteis a verme. Entonces los justos le respondieron así: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos o sediento y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos extranjero y te acogimos o desnudo y te vestimos? ¿Y cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?” Y el Rey les responderá así: “Os digo de verdad: todo lo que hicisteis a uno de estos hermanos más pequeños, me lo hicisteis a mí” (Mt 25, 31-40)[6].




















 

 







 

ÍNDICE


Introducción…………………………………………………………... 2

I.- Resumen de la segunda meditación.…………………………… 3

2.-El concepto de Hombre.…………………………………………. 4

3.- El valor del conocimiento sensitivo…………………………...6   

4.-A modo de conclusión……………………………………………. 7

Índice…………………………………………………………………….10

Bibliografía……………………………………………………………..11

 

 

 

 

 

 








 



REFERENCIAS






-Cantera –M. Iglesias (traductores), Sagrada Biblia,  BAC, España 2000.

-Descartes René, Meditaciones Metafísicas. Ed. Panamericana, Colombia 1998.











[1] DESCARTES René, Meditaciones Metafísicas, ed. Panamericana. 2004. P. 14
[2] Ibíd..,p.15
[3] Ibíd..,p.15
[4] Ibíd.,p. 15
[5] Íbid., p.18
[6] Cantera –M. Iglesias (traductores), Sagrada Biblia,  BAC, España 2000

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